Era una suplica humeante
de orquídeas y cristalinas aguas,
corruptas, bajo el horizonte doloroso.
Agitado el viento tras una flagelante batalla,
con risueñas olas de fieros rezos inmersos.
Sangrienta encabritaba
la bandera que rebozaba,
en noble miel perdida,
alerta y atendida...
Suspenso y doloroso,
aire denso y espesoso.
Suplicio y tristeza,
sumada añoraba a los buenos aires
la victoria.
Opaca en atardeceres purulentos
donde nadie comprendía;
el sol vistoso,
alegría, para quién sería.
Para nadie, es espantoso.
Aún risas se escondían, en lo violento,
qué agonía.
Tras las lanzas y bellotas que caían,
en otoños perecederos que palpitaban,
el helar enajenado,
el suspenso que repetía.
Y aún alejado estoy,
cosa que comprendía,
el que pronto estaría en casa,
el que pronto te atendería,
con tu ser resplandeciente,
y que en la mañana me esperarías,
llegar por la portada,
y llorar hoy por alegría,
no en batallas que otros exigen.
Fuego se asomaba a lo lejos,
y a la realidad me llevaría.
Mirada a medio reflejar sobre mi sanguinolento mandoble,
y el movimiento de mi brazo tembloroso,
perdido en aquellas interminables esperas,
de un siguiente enemigo que avecina,
levantando la vista que se acerca,
quién sabe el final
de una tormentosa vida.
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