jueves, 4 de julio de 2013

Esencial efímero

Aquello era lo que descubría
sobre mi vida perpetrada
por tus infinitos recuerdos,
inconsciente ante tu respiración,
y tu mirada...

¿Cuándo fue que comenzó?,
¿O siempre conmigo estuvo?
¿Seguirá más allá de la muerte de la última estrella,
o me desvelarás pronto junto yo con ella?

¿Será a principio de mes o
quizá un fin de semana?
Como nos extraviamos cada noche,
¿o después ya de una llamada?

Ignorando lo que escondes.
¿Qué son tus sentimientos?
Y yo sin convencerme de lo que veo,
de lo bello que son tus ojos,
y el cómo admiras
a este tonto que responde.

Somos excusas para los sueños
que tenemos de nosotros mismos.
De creer haber perdido, 
ignorantes, el recuerdo
de nuestras vistas por primera vez.

Con tu angustiada presencia,
y el desafío,
tu perdida al principio,
y lo mismo yo por mi parte.

Creer nos extraviaríamos,
pero no iría a dejarte.
Todo siguió con un "usted"
y conmigo en risa,
ya sólo a esperarte.

Reaccionábamos, 
pero sin mencionarlo,
sin entender hasta el día de hoy qué hacemos
cada vez que estamos juntos, ¿qué?

¿Aprovechamos el tiempo?
¿Lo desperdiciamos?
Yo no sé qué es lo que sucede,
quizá te conocí de antes,
en el ardor que consume mi vida,
parte por parte.

Pero siempre regresas,
siempre volvemos.
sin motivo,
a pesar de haber cambiado
y decir hoy:
"no, ya otros fuimos".

¿Será que ya sólo me queda amarte?

Parecer ligero

Alguien agitó una mano, quien sea.
Se acrecentó el viento, una corta odisea.
Atraviesa mar,
ruinas, montañas.
Se inquieta conmigo el prado, y te encuentro,
mirada al sol.

Se revela en ti la fascinación.
Se dilatan tus pupilas, y pasión
en esos labios
lacónicos
que bajo mis suspiros idearon el
silencio tuyo.

Te yergues sobre el mundo, su fin nimio,
sobre toda vista, y tu paso eximio
anda por helar,
prisa y ni esperar
el sueño que tengo, olvidando que fui
tu brisa un día.

Rumbo

Neblina asustaba, anda suspendida.
Una ría agitada, ¿por qué se esconde?
Me empuja a lo acotado, ¿está perdida?
Abrupta en sitios, calzada al norte.

Me soslaya incierto en su fluído aporte.
Flanqueado por emociones, delitos
por perversiones, nada que conforte.
Viviendo intenso y sin ser recíproco.

Siento un grito reminiscente, me ahoga.
Desborda a la manía, a lo único a exhortar
paralelos quejumbrosos, dialoga.

Queda un arroyo y una gran cuenca a guiar,
regresa escondido, en nadie desfoga,
ni un chapoteo, más ya no va ha despertar.

Lúa relego

Corría entorno a la intemperie. Aullaba yo
olvidando el tiempo. Hoy vientos de mayo
por fin se avecinan.
Nula su estima
y ya se esconde el desazón semblante,
corría tu voz.


Me sacude un halo innatural y tosía,
ardía y me extasiaba, una fiebre baldía.
Me agobia el sur,
hiel dirigías tú
bajo tus noches, postrándome blanco en
la incertidumbre.


Mi corazón agitado, tormenta
llegas por mí, y yo débil. Creces lenta
torturándome,
y saciándome...
Como una fiera tuerta ruges con
mi presencia, amas.

Y sin importarte nada golpeas, no
te contentas, me sangras y no en vano
anhelas fuego,
un mundo negro
y sin caricias, sin tu presencia, sin
miel, ni pleitesía...


Caíste en la penumbra, y fuiste perdida
entre lobos, lar de tu alma, sin vida.
Misericordia,
esa tu agonía.
Ya no me conoces, y te recuerdo,
ay, en cada día...

Intemperie personal

Susurrando entre las antiguas llamas,
rodeado oscuro sobre muertas ramas.
Trastornado voy
y difuso estoy
en este erosionado risco lúgubre
que el cielo marchita.


Gaviotas acompasadas, febriles
visiones, vacíos recuerdos, estériles
emociones. Ríos
secos, un céfiro,
creándome en la mejilla desvalida
corintas caricias.


Plegarias a la almohada. Mil tormentas
se avecinan, magulladuras violentas,
las del fino exiliado,
sentir extraño
que en noche me visita, olvidado.
Frío y desolado.


Sin perdón se detiene la dinámica
sujeta al regocijo,  la anímica
de esta mi mente
perversa. Creer
entre el tiempo perenne; ¿vida, es que
ya te has trazado?

El caballero lavanda

Bajo un andar cabizbajo y pensativo
entre nuestro vasto arenisco
y el campo de estrellas.
Susurrando al capote 
que somos nos  y el silencio, 
que nos aguarda el horizonte...

Aprisionado entre las riendas, 
y  el vil sueño que me elude,
contemplo mi vida, esos amores,
se reflejan en el albor...
Se sacuden.

Guiado al son de los cascos, 
el tintinar del hierro, 
el fin de un solo cantar.
Recordar cada tris desesperante, 
cada aquel del cual he de suspirar.

Emergen sombras de mis memorias
que me acompañan al caminar,
jugando actos dantescos
que infligen en mi sentir, 
me nublan el juicio.
La gracia me ha de esperar.

Me acaricia quizá por última vez la brisa,
consolándome ante mi partida.
El mar que con el sol me viera,
cabalgar desde mis primeros días, 
romper lanzas, luchar por fe 
en tristeza, y en juvenil alegría.

Volteando el rostro sereno
hacia  la malva perpetuidad, 
cruzaría una saeta
como un preludio voraz,
un cometa, 
es la espada del amanecer.

Un galopar al destino.

El calamar en la arqueta

Un picor agobiante la inexistencia dejaba,
un ardor incesante,
una incomodidad no deseada.
Montones de agonía tras mis extensiones apartadas,
en el recuerdo un sollozo inquebrantable
al son de cada perforación irremediable
mi mente desviante que moría.

Lobreguez pesada y oxidante.
Cosquilleos irregulares,
los de mi compañía inevitable,
los de mis sabrosos amigos,
cálida y dulce.

Al tacto paredón y hollín
incluso en fierros fríos.
Resplandeciente visitante-
¡Qué dolor el que me traía!,
y más inútil me dejaba,
mi liso curtido que ver partía.


¡Yo soy mas nada que fétido usted lo sabe!
¡Sólo suyo, le pertenezco!
¡Nací quién sabe en la salobridad,
forraba antes terciopelo...
¡No! ¡Era un acto que emprendía!
¡Qué dolor! ¡Siempre fui suyo, lo merezco!


Nací vejado, esa mi naturaleza era,
para mí no pasaba el tiempo,
sólo cansancio conocía,
mis lapsos de suplicio, mi verdura.
No hubo en mí nunca ni gracia ni ternura.
Sólo aquí marchitez y la guedeja nívea,
con belleza hostil la mía que perdura, 
un sufrir.

¡Hasta llegar el sonar, otra vez!,
acelerando mis latidos.
Pasos agigantándose
y mi agonizante ansiedad delirante,
el pánico desatado que ante la esquina
fetal me engullía...
Infringiendo mis barrotes el brillor
que me cegaba.
¡Pero yo no me he portado mal!

Ya que un poco de cuero hoy me recogía.